Muchas personas sentimos que nos falta tiempo. Pero el problema del tiempo no es su escasez, sino el uso que hacemos de él. El profesor Rodríguez Sampedro decía que el tiempo no es oro, es vida. Uno de los principales atributos de la inteligencia emocional es la gestión eficaz del tiempo, pero la mayoría de las personas se sienten muy insatisfechas con ella.
¿Cómo podríamos mejorarlo? María Jesús Álava, nos da algunas claves para ello.
¿Cuáles son las consecuencias de la falta de tiempo?
Una de las consecuencias de la falta de tiempo es tener la sensación de que el tiempo no nos pertenece y de que somos prisioneros del día a día. Álava cuenta que tanto las personas que trabajan en casa como las que trabajan fuera experimentan una serie emocionales como el desbordamiento físico y emocional, el deterioro de las relaciones familiares, el alargamiento de la jornada laboral para intentar contrarrestar la excesiva carga de trabajo, cansancio crónico, bajo rendimiento…
De esta falta de tiempo no se libran ni los niños, especialmente los de las grandes ciudades. En los programas educativos sigue sin enseñarse a cómo gestionar el tiempo, por lo que es un problema que arrastramos todos. A veces sometemos a las nuevas generaciones a unos horarios asfixiantes: termina la jornada escolar, empiezan las actividades extraescolares y cuando llegan a casa tienen que hacer los deberes, cenar, jugar, interactuar con la familia… Todo requiere un tiempo de calma del que no se dispone. Las nuevas tecnologías son también un punto a tener en cuenta. La cantidad de horas que están enganchados incide en su día a día y en su relación con la familia.
Debemos conocer cómo empleamos el tiempo y ser conscientes de nuestros malos hábitos en el uso del tiempo y de los errores que cometemos.